Colossians 4

Oración y prudencia

1Amós, proveed a los que os sirvan, de lo que es según la justicia e igualdad, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en el cielo
1. “Elevemos, pues, los ojos al cielo: es a la luz de este pensamiento cómo amos y siervos han de considerarse iguales ante la faz de su común Amo y Señor” (Pío XII, Alocución del 5-VIII-1943).
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2Perseverad en la oración, velando en ella y en la acción de gracias, 3orando al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para la palabra, a fin de anunciar el misterio de Cristo, por el cual me hallo preso
3. ¡Una puerta para la Palabra! Es todo lo que ambiciona el Apóstol: poder entrar con la Palabra de Dios donde lo escuchen. Véase 1 Co. 16, 9; Hch. 19, 22 y nota; 2 Co. 2, 12; Ef. 6, 18-20; Rm. 12, 12; 1 Ts. 5, 17; 2 Ts. 3, 1.
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4para que lo manifieste hablando como debo. 5Comportaos prudentemente con los de afuera; aprovechad bien el tiempo
5. Los de afuera: los que no son miembros de la Iglesia. Nuestra conducta sea tal que el mundo pueda palpar la verdad de nuestra religión, y decir, como de los primeros cristianos: “¡Mirad cómo se aman!” (cf. 3, 12 ss. y nota; 1 Co. 13). Aprovechad bien el tiempo: Literalmente: “redimiendo el tiempo”, aprovechando intensamente los fugaces días de nuestra vida para hacer el bien y edificar a otros. El que antes no lo hubiese hecho, tiene en Jesús el secreto único para recobrarlo con ventaja, pues Él nos descubrió, no solo en la Parábola del Hijo Pródigo que el Padre celestial, lejos de rechazar al que se arrepiente, o castigarlo o disminuirlo, lo viste con las mejores galas y le da un banquete (Lc. 15), sino también en la Parábola de los Obreros, que al de la última hora se le pagó antes (Mt. 20, 13 s.), porque amará más aquel a quien más se perdonó (Lc. 7, 41 ss.), y S. Pablo enseña que “todas las cosas cooperan al mayor bien de los que aman” (Rm. 8, 28). Meditemos en esta maravilla qué significa poder entregarnos hoy a Dios como si jamás hubiésemos pecado ni perdido un instante. Dios concedió esta gracia a Santa Gertrudis de un modo expreso, pero le mostró que la misma está al alcance de todos, como acabamos de verlo. Véase Sal. 50 y notas.
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6Sea vuestro hablar siempre con buen modo, sazonado con sal, de manera que sepáis cómo debéis responder a cada uno
6. La sal simboliza la sabiduría cristiana (cf. el rito del Bautismo, en que se administra al bautizando “la sal de la sabiduría”).
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Conclusión

7En cuanto a mi persona, de todo os informará Tíquico, el amado hermano y fiel ministro y consiervo en el Señor; 8a quien he enviado a vosotros con este mismo fin, para que conozcáis mi situación y para que él conforte vuestros corazones, 9juntamente con Onésimo
9. Onésimo, el mismo de quien trata la carta de San Pablo a Filemón.
, el hermano fiel y amado, que es de entre vosotros. Ellos os informarán de todo lo que pasa aquí.
10Os saluda Aristarco, mi compañero de cautiverio, y Marcos, primo de Bernabé, respecto del cual ya recibisteis avisos —si fuere a vosotros, recibidle—
10. Cf. 1, 5 y nota; Hb. 10, 37; Lc. 21, 37.
11y Jesús, llamado Justo. De la circuncisión son estos los únicos que colaboran conmigo en el reino de Dios, y han sido para mí un consuelo
11. ¡Triste experiencia! Marcos y Jesús “el Justo” son los dos únicos israelitas que quedan fieles al Apóstol de los gentiles cuando se produce el retiro de los demás (Hch. 28, 29 y nota). Por otra parte es hermoso ver la fidelidad de Marcos a pesar del vivo incidente de Hch. 15, 39, y no obstante que Marcos era más bien discípulo de Pedro (1 Pe. 5, 13).
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12Os saluda Epafras, que es uno de vosotros, siervo de Cristo Jesús, el cual lucha siempre a favor vuestro en sus oraciones, para que perseveréis perfectos y cumpláis plenamente toda voluntad de Dios. 13Le doy testimonio de que se afana mucho por vosotros y por los de Laodicea y los de Hierápolis. 14Os saluda Lucas
14. Lucas, el médico amado: el Evangelista y acompañante del Apóstol en la prisión. Cf. Hch. 27, 1 y nota. Era sirio (de Antioquía) y vemos que Pablo no lo cuenta entre los de la circuncisión (v. 11).
, el médico amado, y Demas.
15Saludad a los hermanos de Laodicea, a Ninfas, y a la Iglesia que está en su casa. 16Y cuando esta epístola haya sido leída entre vosotros, haced que se la lea también en la Iglesia de los laodicenses; y leed igualmente vosotros la que viene de Laodicea
16. La carta a los de Laodicea, de la que habla S. Pablo, se ha perdido, a no ser que se trate de la carta a los Efesios, la cual, tal vez, estaba dirigida también a los de Laodicea (Ef. 1, 1 y nota). Compréndese aquí el empeño de S. Crisóstomo para que los creyentes lean constantemente las Cartas de S. Pablo (cfr. Hch. 28, 31 y nota) puesto que el mismo Apóstol así lo recomienda (1 Co. 5, 9; 1 Ts. 5, 27; 2 Ts. 2, 15; 3, 14).
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17Y a Arquipo decidle: “Atiende al ministerio que has recibido en el Señor para que lo cumplas. 18El saludo es de mi mano, Pablo. Acordaos de mis cadenas. La gracia sea con vosotros”.

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